El cine y yo

Me resulta imposible imaginar mi vida sin el cine. De alguna manera me ha ido conformando en salas oscuras, donde el universo por entero brillaba ante mí y la realidad, la otra realidad, desaparecía milagrosamente para dar paso a una vida ilimitada. Al menos, cuando yo era niño era así.


Uno de los primeros recuerdos que tengo es de pánico y fascinación. La película se titulaba "Jerónimo" y yo tenía tres años. En un televisor en blanco y negro, con una imagen seguramente bastante pobre, aquella película me aterraba y me atraía en partes iguales, y yo sentía que estaba ante algo que me superaba. Desde entonces, mi vida y el cine han ido de la mano.


El cine me nutría de imágenes que abrían mi imaginación como quién abre una ventana a las montañas. El cine me proporcionaba una vida nueva infinita en aventuras y en heroicidades. El cine era un baúl, un escondite y una fuente. En el misterio estaba la plenitud.


El cine eran las sesiones de los sábados a las cuatro; eran las películas para adultos a las que accedíamos antes incluso de llegar a pisar la adolescencia, con el atractivo inmenso de todo lo prohibido; eran las fichas en cartulinas y los recortes de fotografías; eran los estrenos con colas interminables; era la conversación con aquella chica que me atrapó hasta hacerme olvidar donde estábamos... e incluso fue una declaración de amor.


No puedo imaginarme mi vida sin el cine. Nada sería lo mismo. Dejemos pues que pasen ante nosotros, en palabras, imágenes de toda una vida.

domingo, 30 de abril de 2023

La extraña pasajera



Dirección: Irving Rapper.

Guión: Casey Robinson (Novela: Olive Higgins Prouty).

Música: Max Steiner.

Fotografía: Sol Polito (B&W).

Reparto: Bette Davis, Paul Henreid, Claude Rains, Gladys Cooper, Bonita Granville, John Loder, Ilka Chase, Lee Patrick, Franklin Pangborn, Katherine Alexander, James Rennie, Mary Wickes, Janis Wilson, John Loder.

Charlotte Vale (Bette Davis) es una mujer de mediana edad totalmente sometida a la tiranía de su madre (Gladys Cooper) pero con la ayuda del doctor Jaquith (Claude Rains), un psiquiatra, conseguirá recuperar la autoestima y poder empezar a vivir al fin con independencia.

La extraña pasajera (1942) es un intenso drama basado en la novela de Olive Higgins Prouty y ese origen quizá pese demasiado en el resultado. 

Creo que una película, para que consiga tener fuerza, y más en temas tan dramáticos como los abordados aquí, ha de resultar concisa, enfocarse en un elemento y sacar de él todo su potencial. Sin embargo, La extraña pasajera, seguramente por basarse en una novela, con otros requisitos y necesidades expresivas, termina cubriendo tanto terreno que no consigue concretar en ninguno de manera precisa.

El comienzo de la historia es muy interesante, con la hija sometida a una madre autoritaria e insensible que ha convertido a Charlotte en una solterona amargada y sin autoestima. La introducción de la psiquiatría es un elemento novedoso en el cine y la transformación de Charlotte gracias a los cuidados del doctor resulta formidable. Sin embargo, a partir de ahí el relato empieza a moverse en demasiadas direcciones sin llegar a profundizar en ellas como se debería y termina por resultar una historia cargada de buenas intenciones pero fallida a la hora de profundizar en ellas.

El romance entre Charlotte y Jerry (Paul Henreid) está lleno de posibilidades, pero no se explotan convenientemente, en parte por unos diálogos pomposos, pero que no emocionan. Tal vez se deba también en parte a la elección de los actores, pues Paul Henreid me parece demasiado frío y Bette Davis, sin negar su talento, no me parecía la actriz adecuada para ese papel. Davis es una mujer fuerte, su presencia resulta demasiado poderosa como para creer en su debilidad y nunca logré verla en el papel de una mujer frágil.

Después la historia se complica de nuevo con el regreso de Charlotte a Boston, su noviazgo con Livingston (John Loder), el encuentro de nuevo con Jerry, la muerte de su madre, el regreso a la clínica del doctor Jaquith, donde encuentra la hija pequeña de Jerry, Tina (Janis Wilson). Son tantos y tantos acontecimientos que hay que cubrir que el film se vuelve casi una carrera contra reloj que pasa por todos esos episodios a todo galope, con lo que se pierde la posibilidad de afrontarlos en profundidad. Incluso la relación de Charlotte y Tina, al llevarla a su casa y convertirla casi en su hija adoptiva, no termina de resultar muy convincente y parece algo excesivamente forzado. 

En general, da la impresión de que Irving Rapper se esfuerza en abarca lo más posible pero en el camino se olvida de crear verdadera emoción en lo que cuenta, con lo que la historia se convierte en un relato al que le falta intensidad.

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