El cine y yo

Me resulta imposible imaginar mi vida sin el cine. De alguna manera me ha ido conformando en salas oscuras, donde el universo por entero brillaba ante mí y la realidad, la otra realidad, desaparecía milagrosamente para dar paso a una vida ilimitada. Al menos, cuando yo era niño era así.


Uno de los primeros recuerdos que tengo es de pánico y fascinación. La película se titulaba "Jerónimo" y yo tenía tres años. En un televisor en blanco y negro, con una imagen seguramente bastante pobre, aquella película me aterraba y me atraía en partes iguales, y yo sentía que estaba ante algo que me superaba. Desde entonces, mi vida y el cine han ido de la mano.


El cine me nutría de imágenes que abrían mi imaginación como quién abre una ventana a las montañas. El cine me proporcionaba una vida nueva infinita en aventuras y en heroicidades. El cine era un baúl, un escondite y una fuente. En el misterio estaba la plenitud.


El cine eran las sesiones de los sábados a las cuatro; eran las películas para adultos a las que accedíamos antes incluso de llegar a pisar la adolescencia, con el atractivo inmenso de todo lo prohibido; eran las fichas en cartulinas y los recortes de fotografías; eran los estrenos con colas interminables; era la conversación con aquella chica que me atrapó hasta hacerme olvidar donde estábamos... e incluso fue una declaración de amor.


No puedo imaginarme mi vida sin el cine. Nada sería lo mismo. Dejemos pues que pasen ante nosotros, en palabras, imágenes de toda una vida.

martes, 25 de abril de 2023

Sicario



Dirección: Denis Villeneuve.

Guión: Taylor Sheridan.

Música: Jóhann Jóhannsson.

Fotografía: Roger Deakins.

Reparto: Emily Blunt, Benicio del Toro, Josh Brolin, Victor Garber, Jon Bernthal, Daniel Kaluuya, Jeffrey Donovan, Raoul Trujillo, Júlio César Cedillo, Bernardo P. Saracino.

Kate Macer (Emily Blunt), una joven agente del FBI que acaba de participar en una operación contra la droga en Chandler, Arizona, donde murieron dos agentes de policía, es reclutada para participar en una operación de diversos departamentos del gobierno contra Manuel Díaz (Bernardo P. Saracino), que trabaja en los Estados Unidos para el Cartel de Sonora.

Realmente impactante, Sicario (2015) es de esas películas que no te dejan indiferente. Para bien o para mal, cuando terminas de verla tus ideas sobre el mundo han cambiado.

Lo realmente interesante del cine actual, a diferencia del período clásico donde las líneas entre buenos y malos eran nítidas, es que ha ido traspasando límites en todos los terrenos. No siempre el resultado son películas valientes, pues muchas veces hay más fuegos de artificio que propuestas serias, pero cuando la opción es como en Sicario, abiertamente comprometida, el resultado son obras que no se van por las ramas ni se pliegan a normas morales bienintencionadas.

Sicario no pretende ser edificante, ni gratificante. No busca dar lecciones de nada, sino exponer una realidad sin que quepan dudas, sin disimulos. Al igual que Kate, también nosotros iremos descubriendo una realidad que sobrepasa las normas, las leyes e incluso lo mínimamente defendible. Como Kate, pasaremos de la sorpresa a la ira y de ahí al miedo y no nos quedará más remedio, como a ella, de aceptar lo inevitable, aunque nos repugne.

La película nos muestra la guerra contra el mundo de la droga pero de una manera realmente diferente a lo que se podría esperar, y desear. En Sicario, la línea entre buenos y malos se borra casi del todo y la premisa de que el fin justifica los medios se vuelve la norma. Si la crueldad sin límites de los traficantes resulta demoledora, con decapitaciones o asesinato de niños con total frialdad, los que se enfrentan a ellos son igualmente despiadados. Y la película no pretende hacer de juez ni posicionarse en ningún lado, es simplemente una crónica fría, sin matices, de una lucha brutal cuyo final no parece cercano ni predecible. 

Es verdad, sin embargo, que la reducción final a un acto de venganza, aún con ciertas miras superiores, como contribuir a simplificar el número de contendientes, no deja de resultar demasiado simple y la resolución es algo peliculera, aunque con una fuerza tremenda.

En todo caso, la puesta en escena que realiza Denis Villeneuve es impecable en eficacia y contundencia y además sin necesidad del recurso fácil de una violencia extrema. La fuerza está en todo lo que cuenta y en la extrema claridad con que lo hace. Y encima tiene la impresionante ayuda de dos actores colosales: Emily Blunt, cuya incredulidad ante lo que vive representa fielmente a la de todos los espectadores, que nos vemos reflejados en su asombro, realmente conmovedor y desolador y nos contagia de su dolor y su miedo hasta la médula, y Benicio del Toro en el papel de su vida, uno de esos trabajos que pueden quedar en la historia del cine como ejemplos perfectos de crueldad, frialdad y decisión inquebrantables. Asusta y desconcierta de un modo impresionante.

Reflejo de una lucha sin cuartel donde casi todo el mundo termina implicado de una manera u otra, como el policía que hace de mula y termina pagando el precio, y donde lo más cruel son las víctimas inocentes, de las que Kate finalmente forma parte, Sicario me ha parecido una de esas raras películas que nunca te dejan de afectar.

La película dio lugar a dos secuelas: Sicario: El día del soldado (Stefano Sollima, 2018) y la tercera, que se estrenará previsiblemente en 2024, bajo el título de Sicario: Capos.

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