Dirección: Yann Gozlan.
Guión: Yann Gozlan, Guillaume Lemans y Grégoire Vigneron.
Música: Cyrille Aufort.
Fotografía: Antoine Roch.
Reparto: Pierre Niney, Ana Girardot, André Marcon, Valéria Cavalli, Thibault Vinçon, Marc Barbé.
Mathieu (Pierre Niney) es un joven escritor que no consigue que publiquen su novela, pues no es buena. Pero un día encuentra el diario de un hombre fallecido que había luchado en Argelia y copia el texto haciéndolo pasar por una creación propia. Cuando publican su novela, ésta es alabada unánimemente y Mathieu alcanza el éxito soñado.
La idea de un escritor que presume de un éxito que no es suyo, con no ser realmente original, sí que plantea una premisa interesante que además el guión sabe desarrollar con cierta eficacia, pues de la mentira inicial las cosas se van complicando irremediablemente, acorralando a un Mathieu que incluso, al principio, llega a darnos pena. Al fin y al cabo, su delito ha sido publicar el diario de un muerto que no tenía familia, con lo cuál en teoría no está perjudicando a nadie.
Todo había podido quedar ahí si Mathieu al menos reconociera su falta de talento y se conformara con ese momento de gloria y pasara página. Pero el relato nos va mostrando a un Mathieu sobrepasado por su codicia: no quiere renunciar a Alice (Ana Girardot), su novia, de quién está realmente enamorado y teme que reconocer que no tiene talento y que mintió con su novela la alejaría de él; pero además se embarcó en una vida que no podía costearse a base de pedir anticipos sobre su próxima publicación y ahora está endeudado y sin ninguna idea que llevar adelante.
Incluso fantasea con intentar publicar una novela escrita por él hace algún tiempo, pero su novia opina, sin saber que él es su autor, que es mediocre.
Así que sigue viviendo en su mentira, pero cada día que pasa su situación empeora: el editor le exige que le entregue una nueva novela; los nervios lo alejan de su novia, pues se muestra distante y esquivo; Stanislas (Thibault Vinçon), un amigo de la familia, sospecha que el comportamiento de Mathieu oculta algo y, para rematarlo todo, aparece un chantajista (Marc Barbé) que amenaza con revelar el secreto de Mathieu.
Esta progresiva complicación de los acontecimientos es la base de El hombre perfecto (2015) pero conforme va avanzando la historia el relato se va transformando y surgen problemas difíciles de digerir.
Al principio, uno está del lado de Mathieu, pues en realidad no ha perjudicado a nadie y ha logrado sacar partido de una historia que se habría perdido para siempre. Es verdad que ha mentido, pero aún así en el fondo nos alegramos de su éxito y esperamos que sea feliz.
Pero cuando vemos que no es capaz de parar, de reconocer su error, al menos ante su novia, y en su huida desesperada empieza a cruzar unos límites moralmente infranqueables, Mathieu pasa de ser un pequeño mentiroso sin maldad a alguien despreciable. Y a pesar de todo, una parte de nosotros se alegra de que vaya sorteando los problemas. Tal vez porque en el fondo solo es víctima de la mala suerte y las personas con las que se enfrenta tampoco parecen libres de defectos. Por ejemplo, la actitud hostil de Stanislas hacia él se debe a los celos, pues Stanislas está enamorado de Alice y da la impresión de que le gustaría poder arrebatársela. Y el chantajista es un ser despreciable que no duda en intentar sacarle todo el dinero posible a Mathieu.
El hombre perfecto nos coloca ante dilemas morales muy interesantes. Cada uno sentirá cuando Mathieu ha cruzado la línea definitiva: algunos puede que ya lo vean con su primera mentira, para otros no la cruzará hasta la primera muerte.
Pero si el planteamiento es interesante, la puesta en escena no lo es tanto. En concreto, el desarrollo de los acontecimientos parece un tanto fortuito: una cosa es tener mala suerte, pero lo que le pasa a Mathieu ya es demasiado. Además, si se analiza bien el guión, la aparición del chantajista está completamente forzada y no se sostiene se mire como se mire. Incluso las reacciones de Mathieu dejan de tener sentido, pues por mucho que quieras ocultar una mentira, creo que nadie llegaría tan lejos a menos de ser una mala persona y él solo parece atrapado en cúmulo de desgracias.
Incluso el final es realmente absurdo y es del todo inaceptable. Puede que a los guionistas les pareciera una idea original, pero también nos encontramos que desafía la lógica.
Por otro lado, la historia se alarga en exceso y algunos pasajes podrían haberse acortado considerablemente y se hubiera beneficiado el desarrollo que por momentos resulta algo pesado.
El hombre perfecto, en todo caso, es un thriller entretenido; nos exige cierta indulgencia por nuestra parte para aceptar ciertos giros algo rebuscados, pero la idea principal y la angustiosa situación del protagonista nos garantizan unos buenos momentos de incertidumbre y tensión. Eso sí, esa manía de empezar la película con una secuencia del final, además tramposa, no me parece una sabia decisión, es como pegarse un tiro en el pie, pues en toda la parte central de la historia, cuando Mathieu está en peligro de ser descubierto, se pierde la emoción ya que sabemos que por lo menos tendremos que verlo conduciendo en la noche.
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