El cine y yo

Me resulta imposible imaginar mi vida sin el cine. De alguna manera me ha ido conformando en salas oscuras, donde el universo por entero brillaba ante mí y la realidad, la otra realidad, desaparecía milagrosamente para dar paso a una vida ilimitada. Al menos, cuando yo era niño era así.


Uno de los primeros recuerdos que tengo es de pánico y fascinación. La película se titulaba "Jerónimo" y yo tenía tres años. En un televisor en blanco y negro, con una imagen seguramente bastante pobre, aquella película me aterraba y me atraía en partes iguales, y yo sentía que estaba ante algo que me superaba. Desde entonces, mi vida y el cine han ido de la mano.


El cine me nutría de imágenes que abrían mi imaginación como quién abre una ventana a las montañas. El cine me proporcionaba una vida nueva infinita en aventuras y en heroicidades. El cine era un baúl, un escondite y una fuente. En el misterio estaba la plenitud.


El cine eran las sesiones de los sábados a las cuatro; eran las películas para adultos a las que accedíamos antes incluso de llegar a pisar la adolescencia, con el atractivo inmenso de todo lo prohibido; eran las fichas en cartulinas y los recortes de fotografías; eran los estrenos con colas interminables; era la conversación con aquella chica que me atrapó hasta hacerme olvidar donde estábamos... e incluso fue una declaración de amor.


No puedo imaginarme mi vida sin el cine. Nada sería lo mismo. Dejemos pues que pasen ante nosotros, en palabras, imágenes de toda una vida.

domingo, 9 de abril de 2023

Ni un pelo de tonto



Dirección: Robert Benton.

Guión: Robert Benton (Novela: Richard Russo).

Música: Howard Shore.

Fotografía: John Bailey.

Reparto: Paul Newman, Jessica Tandy, Bruce Willis, Melanie Griffith, Dylan Walsh, Gene Saks, Pruitt Taylor Vince, Josef Sommer, Philip Seymour Hoffman, Philip Bosco, Catherine Dent, Alexander Goodwin.

Donald Sullivan (Paul Newman) es un veterano trabajador de la construcción que vive al día y está enfrentado con todo el mundo. Nunca fue capaz de hacer frente a sus responsabilidades pero cuando su hijo Peter (Dylan Walsh) se queda a vivir en el pueblo, "Sully" empezará a cambiar.

Ni un pelo de tonto (1994) es una de esas historias entrañables que te dejan una sensación de bienestar genuino cuando terminas de verlas. El peligro en este tipo de argumentos es que se carguen demasiado las tintas y el resultado resulte demasiado edulcorado o empalagoso. Afortunadamente, Robert Benton, un buen guionista y elegante director, sabe contenerse y mantiene la historia en unos cauces muy emotivos pero sin traspasar ninguna línea roja.

La película se centra en el personaje de "Sully", un tipo un tanto egoísta, cabezota y rebelde que parece que nunca ha sabido encontrar su sitio en la sociedad, empezando con su papel de padre de familia, pues abandonó la abandonó cuando su hijo solo tenía un año. Vive al día, va consiguiendo pequeños trabajos para ir tirando pero no es un modelo de civismo precisamente. 

Con la llegada de su hijo Peter al pueblo, "Sully" empieza a darse cuenta de sus fallos pasados y es en especial con su nieto Will (Alexander Goodwin) con quién empezará a asumir su papel de abuelo. Poco a poco, irá confesándole a Peter detalles de su pasado, de su complicada relación con un padre alcohólico y violento y, de esta manera, además de arreglar algo la relación con su hijo, podemos ir conociendo mejor al propio "Sully".

Lo mejor de Ni un pelo de tonto es la manera tan sencilla y sensible que tiene de adentrarse en la vida de los personajes que deambulan por la historia. Robert Benton hace un relato cargado de verdades relativas a los problemas de las personas por culpa de una infancia desgraciada y cómo a veces ni uno mismo es capaz de entender las propias decisiones. Pero el mensaje es positivo y cargado de esperanza. Ni un pelo de tonto apuesta por las segundas oportunidades, por la posibilidad de enmendarse, no como para borrar los errores pasados, pero sí como para solucionar lo más grave, mejorar el presente y sentar las bases para que en el futuro no se repitan las mimas equivocaciones.

Los diálogos son magníficos y la elegancia de la puesta en escena, cuidando los detalles y con una cautivadora banda sonora, hacen de la película algo especial, con alma, con cariño hacia los personajes y lo que les sucede que se contagia al espectador. Atención a la secuencia del pequeño Will con la pierna ortopédica, una maravilla de precisión y elegancia, conmovedora.

Lógicamente, tiene mucho que ver la presencia de Paul Newman, de nuevo preciso y absolutamente convincente en un papel que hace suyo con una naturalidad pasmosa. Pero quién en realidad me sorprendió, pues nunca me había convencido como actriz, fue Melanie Griffith que de verdad que resulta fascinante.

Por cierto, este fue el último papel para otra maravillosa actriz, Jessica Tandy, que moriría ese mismo año de 1994.

Sin duda, Ni un pelo de tonto ha sido todo un descubrimiento, una de esas joyas que permanecen escondidas y que acabo de disfrutar con absoluto placer. Maravillosa y sencilla historia llena de autenticidad y ternura.

No hay comentarios:

Publicar un comentario