Dirección: David Frankel.
Guión: Aline Brosh McKenna (Novela: Lauren Weisberger).
Música: Theodore Shapiro.
Fotografía: Florian Ballhaus.
Reparto: Meryl Streep, Anne Hathaway, Stanley Tucci, Simon Baker, Emily Blunt, Adrian Grenier, David Marshall Grant, James Naughton, Tracie Thoms, Daniel Sunjata, Rebecca Mader, Rich Sommer.
Andy Sachs (Anne Hathaway), cuyo sueño es ser periodista, es contratada como segunda ayudante de Miranda Priestly (Meryl Streep), la exigente directora de una prestigiosa revista de moda. Aunque no parece encajar en la plantilla, Andy se esforzará por cumplir con su trabajo.
Partiendo de un best seller de Lauren Weisberger en el que habla de su exjefa, Anna Wintour, editora de Vogue en los Estados Unidos, El diablo viste de Prada (2006) nos sumerge en el mundo de la moda en una comedia que se esfuerza en prevenirnos contra los riesgos de perseguir el éxito a toda costa.
La idea principal va un poco en contra del sueño americano de triunfar profesionalmente. La película no es más que una lujosa advertencia sobre los sacrificios que exige el éxito. Como le dice Nigel (Stanley Tucci), el director de arte de la revista, a Andy sobre el camino al éxito profesional: "Avísame cuando tu vida esté destrozada, será hora de un ascenso". Suena demasiado radical y no sé si la experiencia de Lauren Weisberger fue tan dura, pero el guión presenta una imagen muy exagerada de la tiranía de Miranda y los sacrificios que obliga a hacer a sus empleados, sin horarios fijos, sujetos a sus caprichos, incluso relativos a su vida personal o a la de sus hijas, en una increíble extralimitación de las obligaciones laborales que nadie cuestiona siquiera.
Además, el guión no ofrece demasiadas sorpresas. Vemos cómo Andy al principio parece una marciana en medio de los compañeros de trabajo, un poco a imagen del cuento de "El patito feo"; sin embargo, a base de esfuerzo, terminará brillando con su elegancia y su belleza, lo que llevará parejo el abandono de sus ideales y de sus amigos, y entonces se verá en una encrucijada en la que estará obligada a decidir sobre qué camino tomar en su vida. Naturalmente, una vez que comprenda que está traicionando sus principios, Andy tomará la decisión correcta y recuperará el sentido común.
Como podemos ver, un cuento moralista no demasiado original y bastante predecible sobre los peligros de vender el alma a cambio del éxito profesional. Un mensaje bienintencionado pero planteado de manera tan superficial, con un enfoque demasiado maniqueo, con los buenos tan puros y los malos tan sibilinos, que no resulta creíble. No digo que no existan jefes peores incluso que Miranda, pues ya sabemos que la realidad supera siempre a la ficción, pero una película planteada con tal simplicidad termina por parecer irreal.
Incluso la crítica al mundo de la moda, con la imagen de superficialidad, egolatría, snobismo y traiciones, pierde fuerza ante una muestrario tan caricaturesco de ese mundo, donde todo es exagerado hasta extremos imposibles. Parece que el guión optó por los tópicos más conocidos sin estrujarse demasiado el cerebro.
Pero incluso hay más: la manera en que está contada la historia no resulta muy acertada, con ciertos mensajes que no llegan del todo al espectador correctamente. Por ejemplo, la actitud del novio de Andy, Nate (Adrian Grenier), se entiende, pues ve que su novia está cambiando, pero al no estar muy bien contada esta parte de la historia, podemos pensar en algún momento que está siendo egoísta y no apoya como debería los esfuerzos y sacrificios de ella.
En cuanto al reparto, destacar a una excelente Meryl Streep, lo que ya no sorprende a nadie, y también me parece muy acertada la elección de Anne Hathaway para el papel, pues es hermosa pero con ese aire inocente y dulce que le va como anillo al dedo al personaje y refuerza además el tono de cuento de la historia. Salvando las distancias, me recordaba a la entrañable Audrey Hepburn.
El diablo viste de Prada parece un cuento, tanto por su cuidada presentación como por su mensaje edificante, y como todo cuento es muy elemental y predecible. Para aquellos que lo enfoquen desde esta perspectiva seguramente resultará un entretenimiento aceptable, pero el que busque algo más profundo se verá defraudado.
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