Dirección: Damian Nieman.
Guión: Damian Nieman.
Música: Christopher Young.
Fotografía: Tony B. Richmond.
Reparto: Stuart Townsend, Gabriel Byrne, Thandie Newton, Jamie Foxx, Melanie Griffith, Sylvester Stallone, Hal Holbrook, Roger G. Smith, Bo Hopkins, Dina Merrill.
Un estafador llamado Charlie Miller (Gabriel Byrne) y su socio Vernon (Stuart Townsend), un jugador de póker, convencen a Larry (Jamie Foxx), otro jugador, para que se una a ellos para formar equipo en partidas clandestinas y poder ganar mucho dinero juntos. Pero las cosas se tuercen.
Shade: juego de asesinos (2003) es un mero pasatiempo sin demasiadas pretensiones. Querer buscar más o pedirle coherencia y sinceridad es ir adónde no se debe, porque Nieman juega desde el principio al engaño, con el típico guión plagado de giros para sorprendernos, o al menos eso pretende, porque de ceñirse a un planteamiento más honesto no tendría mucho donde rascar.
El principal problema de guión reside en la primera sorpresa, ésta sí realmente inesperada, que lleva la desgracia al pobre Larry. El incidente en sí es inteligente, pero está mal planteado, pues jugársela a un inocente y sin dar pistas con antelación es algo que no se debe hacer, ya que nos sorprende al mismo tiempo que a Larry y nos sentimos inmediatamente engañados; de manera que Charlie, Vernon y Tiffani (Thandie Newton), la novia del primero, pasan a resultarnos desagradables al instante, con lo que durante toda la película estamos en su contra.
Tal vez era eso lo que se buscaba, visto el desenlace, pero sigo pensando que no es una buena idea. Pero es lo que tiene basar la historia en engañaos al espectador: puede resultar interesante, pero en general no es algo muy recomendable. Además, los espectadores estamos ya tan habituados a este tipo de trucos que nos hemos vuelto unos incrédulos y eso tampoco es bueno, pues nos hace coger una distancia de inmediato con la narración en cuanto sospechamos que puede haber truco y estropea todo el posible disfrute.
La película, comprendiendo su juego y aceptándolo de más o menos buen grado, resulta entretenida, pero sin poder dejar de constatar las carencias en cuanto a profundidad de la historia, entidad de los personajes y coherencia de lo que acontece. Incluso las partidas de póker, el núcleo fuerte donde debíamos sentir la emoción con fuerza, no se desarrollan con la intensidad esperada y resultan un tanto frustrantes, tal vez porque nunca llegamos a empatizar de verdad con los protagonistas. En general, nada resulta realmente creíble y la conclusión que sacamos es que se trata de un juego poco inteligente que busca el aplauso fácil de un público poco exigente.
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